“El Pelamiento”
Llegó la víspera del día
señalado.
En fila esperaban
tres aliados de Baco: cerveza, pisco y chicha.
Muchos animales
han sido sacrificados; la comilona prometía ser tan grande que dejaría
atrás a la de las bodas de Camacho...
La casa estaba
llena de parientes venidos de diversos lugares para ayudar en los
menesteres y luego disfrutar de la fiesta.
_Anda báñate al
moñón, refriégalo bien y de piójalo!
En la tarea de
quitarle los piojos, intervienen todas las mujeres, quienes por turno, se
pasan al moñón; ninguna quiere perderse el placer de hacer tronar los
piojos entre los dientes.
Acabado esto, se
pasó al rizado casero. Todos los bellos le son envueltos y amarrados con
tirillas de tela.
_!Y de ahísi, a
dormir!_
_Pobre moñón, cómo
podrá reposar su cabeza con tan duros envoltorios en ella...!
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Amanece.
Felizmente es domingo. Desde el alba y durante todo el día, gran ruido
del mortero, del batán y del familiar chiz-chiz del cuchillo, sacándole
filo contra el borde de una piedra o de una tinaja.
El moñón,
arrullado por estos sonidos, duerme. A las seis de la tarde lo sacuden y
lo despiertan. Lo visten con su traje nuevo, le quitan los improvisados
rizadores y proceden a la importante y habilidosa tarea de peinarlo en
crespos.
_!Alcánzame la
peinilla que está ensartada en la quincha!_
_!Sácate la
pieza de cinta colorada de a dedo de ancho!_
_!Tate en juicio.
Muchacho! ¡Daléyate pacá! ¡Mira que te doy otro cocacho!
Al fin, después
de gran lucha, termina el suplicio para el moñón y la peinadora. Cada
crespo ha sido coquetamente anudado con un lacito rojo... ¡Suerte que él
no alcanza a mirarse en el espejo, que si se viera...! llevan al personaje
a la sala. Al verlo, los numerosos chiquillos presentes, desde el fondo de
su corazón exclaman admirados a coro:
_!Miénchicla!_
Avergonzado el moñón,
baja los ojos murmurando entre dientes:
_!Che!_
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Ya la casa no
cabe de gente, son las diez de la noche. Es hora de empezar la ceremonia.
Sientan al moñón
en una mesa. La concurrencia dividida entre padrinos y “mirones”, le
rodea.
En una bandeja
traen las tijeras. Son seis padrinos de honor y están por parejas. Listos
los platillos para recoger los capillos y los rizos que serán cortados.
En silencio se
acerca primero doña Juana. Coge uno de los más gruesos crespos, de los
especiales para los padrinos. Lo corta y lo deja en el plato de la
encargada de recibirlo. A continuación, deposita en una bandeja especial
que le ponen por delante, tres rojos billetes de diez soles cada uno.
Murmullos de
admiración- ¡Buena mano doña Juana!
En seguida su
compañero, don Coliche, hace los mismo, de capillo: cuarenta soles.
Aumentan los
murmullos y la nerviosidad entre los padrinos, que no habían pensado dar
tanto.
Siguen por orden,
la Felipa y don Sinecio, quienes dan veinte y treinta soles de capillo,
respectivamente.
Momento aciago:
La madrina, señorita Conce, después de actuar en el pelamiento, tímidamente
deposita un billete de cinco soles, lo cual, al ser advertido por todos
ocasiona comentarios burlones, sobre todo de los chiquillos, _!Fuuuú,
gua, madrina de palo!.
Su acompañante,
llamado el Zarco, viudo sesentón al dar su capillo como padrino, lo hace
con un flamante billete de cincuenta soles.
Nuevo comentario:
_!Velay, el padrino salvó a la madrina!_
Roja de vergüenza
la Conce no sabe qué hacer ni qué actitud tomar; pues ahora, más que
nunca, sabe que el Zarco la quiere enamorar. Este, como dejando
establecida su actitud de pretendiente dice en alta voz;
_Yo, con usted,
señorita Conce, vamos a valsar toda la noche._
En seguida la
madre del niño, ceremoniosamente, da la mano a una madrina con estas
palabras:
_Perdón,
comadrita, por algunas malas palabras que le “haiga” dicho, agora que
semos comadres aquí y entre los ojos de Dios._
La otra contesta:
-¡Comadrita, las palabras que haigamos tenido son olvidadas y
perdonadas!_
Este ritual es
repetido con las demás madrinas y padrinos.
Ahora les toca a
los “mirones”. Todos, sin excepción, se van acercando y cortando tal
cantidad de pelo como la del capillo que van a echar.
_!Mirones de un
sol pa arriba!_ ordena alguien.
_!Buen
pelamiento; lo que es la Pancha no sacó ni pá los gastos!_
Acabada esta
ceremonia se sirve la primera copa. Sobresalen las voces de los padres:
_Compadritos,
comadritas ¡tomémonos una copa pá sentar el padrinazgo!_
Ya trasquilada la
criatura, es dejada en libertad y se dedica a corretear con los otros niños.
_Pasau mañana,
después de la corcova, (1) pá que te empareje el peluquero._
_!Con usté,
comadrita, con usté compadrito!_
Empieza la
comilona. Mesa aparte para los padrinos. Primero sirven pavo con
tallarines.
Gritos de los
chiquillos y de algún perro que pisaron la cola.
Ahora sirven el
chancho con los camotes horneados en “cupús” (2). Todos con
naturalidad se lamen los dedos.
Los muebles son
arrimados a las paredes y empieza el baile.
Dos guitarras,
dos laúdes, dos violines de criollo material y confección forman la
orquesta.
Fiel a su
palabra, el Zarco toma de la cintura a la señorita Conce y rompen el
baile, seguidos por las demás parejas de padrinos. La cerveza, el pisco y
la chicha corren haciéndose la competencia en llegar a embriagar más
pronto.
A eso de la media
noche, sirven el aguadito de gallina para darse aliento y continúan
bebiendo hasta el amanecer.
La despedida,
siempre es con estas prometedoras palabras:
_!Hasta mañana,
pá la corcova...!
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(1)
Corcova – fiesta que sigue al otro día.
(2)
Cupús – horneado bajo tierra.
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